El constitucionalismo moderno está genéticamente vinculado al Estado nacional, lo que hace que gran parte de sus conceptos fundamentales se hayan elaborado para hacer frente a los problemas constitucionales del Estado constitucional. En particular, la diferenciación entre poder constituyente y poder de reforma y la previsión de límites formales y materiales a la reforma son una manifestación más del intento de racionalizar el poder del Estado, de limitar la arbitrariedad y de someter ese poder al Derecho. En el muy reducido espacio en que eso era posible en su contexto histórico y geográfico, se mueve la teoría de Mortati de la Constitución en sentido material, que refleja la tentativa de impedir una evolución del régimen fascista hacia el poder ilimitado del líder, como había ocurrido en la Alemania nazi. La Constitución material opera así como el factor constituyente que se prolonga en el tiempo y que impide que el poder estatal se oriente en su contra, no sólo dentro del orden constitucional sino también por medio de la reforma constitucional.
La teoría de la Constitución material presenta ciertos puntos de contacto con la teoría de la Norma fundamental kelseniana pese a las críticas que Mortati realiza a los planteamientos de Kelsen. En realidad, en un contexto político completamente diferente, pero que anunciaba ya el fin de la democracia liberal que Kelsen intenta evitar, este autor propone una configuración lógico-jurídica del poder constituyente a través de la norma fundamental presupuesta, que apela, en realidad, a los factores de poder con capacidad para definir el orden jurídico, al igual que la Constitución material de Mortati. Ahora bien, mientras Kelsen intenta expulsar la política del ámbito jurídico (en el contexto del constitucionalismo antagónico del periodo de entreguerras) mediante la construcción de un sistema lógico de normas que limite la arbitrariedad y someta el poder al Derecho, evitando así el conflicto social radical que amenazaba al Estado liberal, Mortati integra en el ámbito jurídico un poder político ya imposible de eludir (en pleno periodo fascista) pero al que intenta marcarle límites en la coherencia con los valores y principios fundacionales del régimen totalitario que había sustituido al Estado liberal. […]
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